Acerca del trabajo de Gisela Scotta en la exhibición La retirada, lloviendo, una octogésima parte del  futuro. 220 Cultura Contemporánea, Córdoba. 

El farol es una estrategia empleada en diversos juegos de mesa, especialmente  reconocida como parte del juego del póquer. Se trata de una jugada falsa para acobardar  o impresionar al oponente. Se cuentan todos los factores, incluso se deben analizar a los  participantes en su modo de hablar y de moverse. En el juego del arte contemporáneo  algunas estrategias se repiten una y otra vez. Por ejemplo, pretender que los trabajos  sigan su curso en solitario, que se vayan de las manos de quienes los producen. Decir  que no hay obras, que hay procesos. O que es difícil hacer que los artistas no hagan  obras. Dejar el control, ceder. Parecer ingenuos, pero no serlo. Entre otras. 
Cuando se entra a "La retirada, lloviendo, una octogésima parte del futuro" no surgen  preguntas ante lo que se ve, sino que en la mente comienza a aparecer una advertencia: cuidado que hay una trampa. O varias. Uno avanza entre las obras intentando escuchar  el remate del chiste. Hay obras, nadie está obrando, algunas quietas, otras en  movimiento, pero hay obras, en ese espacio denominado obrador, en referencia al  espacio de trabajo de ciertos oficios. Dos intervenciones en ese espacio Obrador están  siendo constantemente. Dos guías en la oscuridad. Los soles de noche cuidadosamente  tendidos, alumbrando las obras; y los sonidos de fondo que acompañan el tránsito por la  sala, envolviendo el espacio de las obras. El tendido de luces estuvo a cargo de Aníbal Buede. Los sonidos son obra de Daniel Melero con la colaboración del colectivo artístico "Las hijas de Israel". En la muestra  no hay señal de autoría de ninguna de las piezas en proceso o suspendidas.  
En la gacetilla de prensa la muestra se anuncia así: Daniel Melero y Aníbal Buede  convocaron a compartir sus procesos de trabajo con los artistas argentinos (...) La  propuesta consiste en tomar el espacio a modo de Obrador como terreno precario y en  constante mutación. En la apertura el espectador se encontrará con los procesos de  trabajo de cada artista en suspensión, y podrá experimentar el obrar más que sus  obras.
Si la sala del 220 fuera un túnel subterráneo oscuro, la luz que se vislumbra al final  pertenece a un pequeño invernadero instalado por Scotta. Una construcción de madera y  nylon donde viven las setas. Tanto Melero como Buede venían conversando sobre un  libro: “Los fantasmas de mi vida. Escritos sobre depresión, hauntología y futuros  perdidos” de Mark Fisher. Scotta leyó el libro, hizo un resumen y comenzó a pensar  acerca de ideas sobre el paso del tiempo, lo fantasmal y lo vedado. Le interesa vincular sus nuevas producciones con algunas anteriores. Por ejemplo, desde  el punto de vista de la morfología, las gírgolas doradas que expone en 220 guardan  semejanza con el proyecto Entrega -en La sala que habito-, donde fabricó velas con cera  de abeja el año pasado. En aquél trabajo también había una idea de compartir saberes, el  paso del tiempo y la praxis cotidiana (aprendió el oficio de una artesana mexicana  durante una residencia que realizó en Oaxaca, Mexico). En este sentido, a Scotta también le  interesaba seguir con la idea del trabajo de artista como oficio, es por eso que tomó  contacto con familias y personas que se dedican a criar hongos comestibles. El invernadero con las gírgolas,  pues, surge de un aprendizaje en contacto con otras personas, de una especie de trazado de vínculos, para luego poner en práctica lo aprendido. 
Darle autonomía al criadero de gírgolas tuvo que ver un poco por esta idea de obrador  por la cual se concibió la muestra. Pero también por una cuestión estética, decidió que  las girgolas fueran naciendo en el mismo espacio expositivo. Y también para desprender  el pequeño invernadero del otro trabajo que forma parte de esta instalación: "cabezas de  Bethooven moldeadas en yeso y fragmentos de texto: ¿cómo sería si los objetos mismos  pudieran cantar?" que remiten a las esculturas que pueden encontrarse en los viveros, aunque para la artista indican un señalamiento -bastante hermético- sobre el machismo de  algunos personajes del rock. Una respuesta posible a esa pregunta que acompaña las piezas de yeso: sería como si cayeran. 
Finalmente, una llave para pensar esta idea del obrador. No parece casual que el punto  de luz que vemos al entrar a la sala sea el invernadero de Scotta. El micelio es la parte  vegetativa de un hongo, es como una extensa red a través de la cual fructiferan las setas;  y está en todo el bosque, es una gran maraña de la cual otros organismos vivos obtienen sus nutrientes.  
Guillermo Córdoba, 2019


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