El estallido del interior
Texto curatorial para la exhibición de la Colección Hugo Albrieu en el MOC, la Rioja
Cuando un coleccionista decide mostrar sus objetos decide también de manera más o menos consciente una interpretación de sus imágenes. A poco de haberse mudado, Hugo Albrieu imaginó primero un lugar para vivir rodeado de obras de arte. Pensó que habitar un espacio donde pudieran realizarse exhibiciones era lo mejor, lo que lo haría feliz. Dejó atrás algunos objetos con los que ya no podía convivir e inició la búsqueda de otros nuevos. Renunció a un paisaje del Tigre, pequeñito, hecho al óleo que estaba en su antigua mesa de luz. Y disfrutó mucho curando un ciclo de muestras que le encargaron del MOC que denominó La línea de la belleza.
El coleccionismo es entendido por momentos como un arte, como un modo de expresión. Mirando la colección de Albrieu también puede entenderse como una práctica social que interviene en el proceso de escritura de los relatos actuales sobre el arte. Poseer objetos, darles un sentido, establecer una manera de presentarlos, convertirlos en un sistema, debe significar algo más que un modo de expresión.
Hubo un pasaje en su práctica: de niño, haciendo pintura, dibujo, cerámica; también coleccionó bonsais, peces, tulipanes; de joven asistió a talleres libres de arte como sugerencia de la artista y docente M.E.Cortes Alvarez -luego de que le mostrara sus pinturas-. Es en esta época cuando comienza a relacionarse con artistas riojanos. Visitó sus talleres, compartió estudios, concurrieron juntos a muestras, museos. Hasta formaron un colectivo artístico llamado “Dory”. Decía que hubo un pasaje en su colección de una práctica más solitaria, casi de clasificación y selección, hacia otra más social y ligada a la amistad con los artistas de su época. Compró pinturas de las hermanas Bustamente; de Diana Guzmán, Cecilia Matzkin, Luciana Gómez, Fernando García, Pedro Molina, Rudy Contreras. Algunas esculturas a Néstor Vildoza y Daniel Maidama. La adquisición de obra, entonces, está ligada a conocer al artista, su taller, o a las referencias que le hayan dado.
La colección está formada con vínculos, afirma una y otra vez, y cada obra representa un momento particular de su vida. Le gusta usar imágenes para contarme esto: supongo que es como los que se tatúan la piel, no? Tener marcas en la piel es signo de haber vivido, de haber cambiado, de querer contar otras historias. O de sumergirse en ellas hasta perderse. Eso es. Coleccionar es una práctica en la que “el coleccionista se pierde”.
En la colección de Albrieu resalta el color. Una pieza de cerámica amarilla como si fuera un trofeo del fondo del mar; una flor pintada de amarillo forma parte de un grabado. La obra se llama Pañuelo. Un hombre dado vuelta mira los pies desnudos de otro. Ambos posan sobre un sillón Chesterfield amarillo. Una mujer pintada envuelta en un velo rojo magenta es atrapada en la selva por el enorme miembro naranja magenta de El curupí. Adán y Eva están delineados en blanco sobre un fondo de azul celeste. Recuerdo de la selva es otra pieza cerámica en tonos verdes.
Los títulos de las obras o el texto que contienen también es un aspecto que llama su atención a la hora de adquirir. La anatomía del limbo es un dibujo a lápiz color; Anémona es una pieza doble en cerámica; Batman y Robin nadan juntos en una acuarela; Metáfora sobre los hemisferios del cerebro es un dibujo en blanco y negro; en la pintura Escondido descubrimos un pino donde alguien se oculta.
Para Albrieu es importante el link literario con las imágenes. No puede evitarlo. Hasta se podrían narrar más historias sólo con algunos títulos de las obras de su colección: Tendrás la certeza de una sola cosa; Te lo diré al oído; Game Over; En busca de Dios, Arqueología del silencio; Lo dejo a tu criterio; Embanderamiento; Compañeros para siempre; Beso; Caprichos.
Los trabajos colaborativos también se destacan. Una pieza tejida en simbol por un artesano de Cafayate y armada en tótem por una artista salteña; una parva de trofeos dorados es presentada por un artista sin lugar de nacimiento; una fotografía es rechazada en un salón de arte cordobés. En primer plano se lee la palabra HUMO recortada en la tapa de un catálogo.
La literatura y la jardinería son sus otras pasiones. En la literatura me mueve lo poético...me gusta lo mínimo, lo limpio...Borges por ejemplo tiene una escritura muy limpia casi con un rigor científico. Y también tiene como un dejo de nostalgia, o de poesía o melancolía que sí encuentro en las obras de arte que elijo comprar por ejemplo. De la jardinería disfruta el dinamismo de la botánica. Ese proceso vital, fácilmente observable, estacional, en el que una semilla germina en planta, florece y fructifica.
Para Albrieu la colección tiene el significado de volver a la vida con cada objeto, restablecer aquello que quiere, esos instantes de felicidad mirando de nuevo una obra de arte. Su colección es heterogénea -también posee video, fotografía, instalaciones, objetos-. No es programática, es intuitiva y con una voluntad sostenida, en el último tiempo, en mirar a los artistas del interior del país y principalmente la región NOA.
En esta exhibición mirar el interior también alude a una operación doble: algunas piezas de la colección de Albrieu intervienen las salas de la primera exposición permanente del patrimonio del MOC. Un museo que conoce su origen en la adquisición de pinturas a través del Primer Salón Nacional Joaquín V. Gonzalez en 1950; una obra del patrimonio del Octavio de la Colina se cuela en la colección Albrieu.
Estallar: abrirse (una cosa)...saliendo al exterior lo que contiene.
Recuerdo ahora la respuesta que me dio un amigo que colecciona libros. Estábamos conversando de la vida, de la facultad, de los libros. Tenía una biblioteca linda y ordenada, y el conocía la ubicación de cada uno de los tomos. Durante la charla me lanzó una imagen: es como si -haciendo el gesto sobre su pecho- tuviera una vitrina aquí dentro, llena de trofeos y sólo yo tengo la llave. No sé si me mostraba algunas de sus conquistas en señal de intimidad o simplemente me contaba su método. Sé que la imagen que me entregó fue un momento irreversible.
Albrieu toma un libro de su biblioteca y va hacia el patio de su casa. Está sentado, sus piernas son largas y quedan fuera del plano. Detrás suyo la ampelopsis que él mismo plantó completa la escena y le da un fondo en el que la lectura del texto se vuelve teatral. Zambra es el autor y en el inicio devela el final, pronunciando que el resto es literatura. El libro se llama Bonsai.
Guillermo Córdoba, 2016