Danza
Un texto sobre la artista Sandra Lujan y su muestra individual en el MOC, La Rioja
Son bellos los trencitos que hacemos en nuestras fiestas. Son bellos porque no van a ninguna parte
Ahora empecé a pintar unos flamencos pero en un contexto espacial. O sea...están en el agua pero hay como bichos que parecen de otro planeta, volando. Me gustan los flamencos por el fucsia que tienen. Por las plumas, me gustan las plumas. Son elegantes.
Le pegunto si vio La Grande Belleza esa película de Sorrentino. Chequeo en google si le estoy dando bien los datos. Sandra, que ya terminó su café y enciende en la sala del museo su segundo cigarrillo, me pregunta si es un drama. Porque le gustan los dramas. Le digo que sí pero que hay mucha fiesta, que la película es muy visual, efectista. Pero si, es un drama repito.
Porque cuando me cuenta que ahora está pintando esos bichos fucsia a mí se me dispara la imagen del balcón, esa escena epifánica, donde una banda de estos bichos que migran al oeste ahora están descansando. Y en la que Sor María le dice a Jep Gambardella que conoce todos los nombres de esos pájaros. Y le pregunta porqué no ha vuelto a escribir un libro.
Buscaba la gran belleza pero no la he encontrado.
¿Sabe porqué como sólo raíces?
No. No, porqué.
Porque las raíces son importantes.
[...]
Más allá está el más allá. Yo no me ocupo del más allá. Así pues, que comience la novela.
En el fondo es sólo un truco. Sí, es sólo un truco.
Los pueblos y la pintura
En Villa Castelli fui rectora de una escuela y daba plástica en nivel secundario y en Vinchina en un profesorado. Así que trabajaba a full todo el tiempo y pintaba de noche. Tipo once hasta las tres de la mañana, todos los días. En Villa Unión y en Villa Castelli mostré mis producciones. Algunos las entendían, otros no. Me preguntaban qué era eso, las figuras desnudas. Yo creo que iban porque era yo, Sandra. Les decía: las pinturas se sienten, no hay que estudiar para poder ver una obra de arte. Hay que pararse, mirarla y si te llega algo...te puede gustar o no, nada más. Yo quería que la misma gente, sola, saque sus conclusiones. Aunque no les guste, que digan: ay qué es eso!. Yo lo entendía porque nunca habían visto una pintura en su vida, ni en los libros ni en la tele.
Disfrutaba pintar, por ahí estaba haciendo papas fritas para la tortilla, ponía las papas que se friten, los chicos estaban en la pieza viendo tele, y yo iba de la cocina al taller. La gente dice, me enferma, porque no lo dice una persona, lo dicen millones de personas: ay que lindo usted pinta, qué lindo! se debe relajar. Si supieran lo que es, lo que demanda hacer una pintura; todo el estrés que genera; sentarse y no saber qué hacer a veces. No saben lo que es, por ahí les diría no es lo que ustedes se imaginan. Oh! es una terapia, te dicen otros.
Me gusta mucho la materia, el collage y la pintura al óleo. Una vez uno de mis tres hijos me preguntó porqué siempre desnudos...porqué no les ponés ropa. Y porque el cuerpo humano es tan bello, le digo, que para qué ponerle ropa. Entonces ahí entendieron. Yo andaría desnuda todo el día les decía, en mi casa, pero no podemos. En la calle andaría desnuda con este calor. Y se reían. ¡Pero sería fantástico! Con el calor que hace...ustedes andan en cuero y nosotras no podemos. Me estimulan un montón mis hijos para que siga pintando, me incentivan mucho.
Viví en Villa Castelli 26 años. Los cerros, la gente, los niños, la pobreza. Está pasando Villa Unión, antes de Laguna Brava. Pero nunca pinté el Famatina por ejemplo, y lo tenía ahí. Siempre pintaba el paisaje pero con figuras, nunca fui paisajista. Desnudas, paradas, despersonalizadas, deshumanizadas, en ámbitos distintos. Por ejemplo vas a ver ahí -señala una de sus pinturas colgadas en el MOC- a una orquesta de bandoneones dirigidos por una mujer desnuda en un valle de cerros tocando tango. Eso fue en Villa Castelli. Como que yo estoy ahí dirigiendo esa orquesta. Como que yo me hago una película de cada pintura y a veces soy la protagonista, o no.
El horror al vacío
Mis padres eran actores, iba a los ensayos con ellos. Hice teatro con ellos. Mi papá es actor y director. Soy muy histriónica en general. De chica era así también, de imitar gente. Y siempre en la escuela de arte me decían que mis pinturas eran muy literales. Que eran como puestas de teatro, puestas en escena...me decían los profes. Y que era muy barroca, el horror al vacío.
Me veía reflejada en esas devoluciones de los profesores, no podía dejar ningún espacio en blanco, limpio, plano. Yo pintaba, a mí no me importaba lo que me decían. No sabía si me salía barroco o no. Nunca me limitó nada, seguía haciendo lo que me gustaba aunque pecara de re-barroca. De mi obra yo diría que sí, que tiene algo de barroco y no me molesta. Lleno el plano porque no puedo dejar de llenarlo, porque es mi estilo. Por una cuestión compositiva, a veces, trato de dejar espacios más tranquilos.
Me interesa esto que decís, porque retomando tu metáfora con el baile, haciendo un vínculo con aquella, pienso que las personas que bailan no están evitando un espacio del escenario, sino que, por el contrario, lo recorren todo. Las formas que hacen con su danza es…
Es una búsqueda.
Eso que gira todo el tiempo
En tus pinturas incorporas la víbora, el gato, dos soles, dos lunas, cerros, una cruz, una escalera, una rueda…
La víbora porque siempre lo han visto como un bicho malo y no es así. El gato porque me gustan los gatos, tengo una gata que se llama ka. Si, eso siempre está, el tema de la rueda. Porque para mí significa la energía, eso que gira todo el tiempo, la vida. La escalera para ir al cielo...estar arriba y ver todo desde arriba, no por una cuestión religiosa.
Yo nada veo antes, mientras lo voy haciendo aparecen esos elementos. Me van surgiendo las cosas, nunca trabajé con bocetos, jamás. No podría
Claro, importa más ese momento del gesto en tu pintura.
No trabajo con series. Voy haciendo, voy trabajando simultáneamente: dibujo y pinto, dibujo y pinto. Tengo una tela a medio terminar, cuando ya estoy dibujando. No puedo tener una sola tela, tienen que ser varias.
Yo en la formación en artes me rebelé un poco con el tema del color. Porque me decían que el negro no se usa. O que el azul y el marrón queda mal...y a mí me fascina como queda. Esos mitos que te meten, no existen. Yo creo que podés hacer con el color lo que querés. Y algo que tomé de la academia fue el hábito de la producción, o sea esa conducta. No en la secundaria fui a una escuela de monjas...de ahí no me quedó nada. Y después entré a la figue a los 17 años. Yo primero quería estudiar cine en Buenos Aires pero a esa edad no me dejaron mis padres y me ofrecieron entrar a la escuela de artes, la Figueroa Alcorta.
Llegué a los 23 años a La Rioja, ya tenía un hijo de 2 y uno de 4. Llegué y me enteré que había un concurso de murales en La Rioja y me anoté, viajé de Castelli. Lo organizaba Alberto, ahí lo conocí a Blanchard, él era jurado, y saqué el primer premio. Y ese mismo año Sarquís hace un concurso de pintura joven y saqué también el primer premio. Ya en Córdoba cuando era estudiante había sacado premios también, en la Alianza Francesa, en el Genaro Pérez, en el Caraffa.
La gente te abre las puertas muy rápido en el pueblo, es muy hospitalaria. A medida que salían notas en el diario, ahí me empezaron a conocer. Comencé a dar clases en un Centro de Animación Sociocultural. Y después fui rectora. Pero entregué mi vida al pueblo ese. Trabajábamos con el hospital, las escuelas, y todas las instituciones. Era todo autogestión, todo a pulmón era. Como la canción.
¿Te gusta mi obra o no te gusta? Esa ya está vendida.
¿La caída se llama aquella?
No, está mal puesto el nombre, esa se llama "A través del tiempo".
Guillermo Córdoba, 2017